· El misterio de la libélula ·

Más leche que café. No prefiero los días nublados pero aún así salgo sin paraguas. Adicción por las tazas, bay biscuits, frazadas e Invierno.

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Hace tres años que decidimos juntarnos a tomar un café en Starbucks. Ninguno de los dos sabía muy bien que esperar del otro.
Hacía mucho tiempo que nos conocíamos pero por cuestiones de la vida nos habíamos distanciado y no sabíamos nada de nuestras respectivas vidas.

Tomamos ese café y de repente nos encontramos hablando sin parar, con una química que no se había corrompido con el paso del tiempo y me sentí tan cómoda pudiendo decirte cosas que a nadie le había contado y vos lo mismo.

Salimos de la cafetería y ninguno de los dos quería terminar esa salida; seguimos caminando y terminamos en un bar tomando unas cervezas con una picada de por medio.

"Deberíamos juntarnos más seguido" - sentencié y vos asentiste.

Esa típica frase protocolar que uno siempre dice para que realmente las personas se junten más seguido pero que suele quedar en lo efímero.

Por suerte somos dos personas de palabra; cumplimos con lo que hacemos y decimos y hoy, luego de tres años, no me imagino que sería yo sin vos.
Sin tu risa, sin tus consejos, sin tus mimos ni tus abrazos, sin tu compañía pero lo que si, no puedo ni imaginar, es que haría sin tu cuidado.

¿Se puede amar a un amigo?. Si, se puede y yo te amo.

Apareciste en un momento tan justo de mi vida, como un enviado de algo que excede nuestros poderes.

Sos muy importante para mi.

Por eso te pido, no te pierdas más.
Ni hoy, ni nunca.
El café con leche, mi gata durmiendo apaciblemente en mi cama, cenar con amigos, leer un libro, tocar el piano, reírme a carcajadas, cantar como si nadie te estuviera escuchando, bailar como si nadie te estuviera mirando, cocinar para varios, que tus amigas cuenten con vos, que te elijan, te quieran, te aprecien, te cuiden.

Tomarse un colectivo de noche y tener un viaje largo, salir a tomar una cerveza después del trabajo, las largas charlas, las conversaciones con adulaciones y mimos, "te quiero ver, ¿nos juntamos?", "Hijita, venite que te espero", "Hola Cuqui", llorar de alegría y gritar de enojo, llorar de enojo y gritar de alegría, "¿Puedo pasar por tu casa?", "¿Cómo estas, Maqui?", "¡Buen día, Mapeeeee!", "Hola, Chuchu!".

Cantar, cantar, cantar, cantar, trotar, correr, manejar, andar en bici, hacer cuentas para irte de viaje, proyectar, inventar, reinventar con ustedes cerca, tener miedo y que ustedes me lo disipen.

Besar, abrazar, mimar, amar, querer mucho a alguien, cuidar y proteger. Decir "Buen día", decir "Buenas noches".

Cebar mates, sentir el pasto, regar las plantas, sentirte linda, comprarte ropa, estar cómoda.

¿Me falta algo más?.

No, no me falta nada... Tengo todo.
-No entendes nada- me decías constantemente.

-Lo bueno de que estés así de ebria es que tu casa está en frente, sólo tenes que cruzar y ya.- le remarcaba yo.

-¿Y qué tiene eso de bueno?- concluiste.

Veía en tu cara una amargura, una tristeza y un cansancio que no había visto en vos. Estabas cansada de luchar con algo abstracto que no hacia más que estrujarte y exprimirte.

-Estoy cansada de mi vida- me dijiste - Estoy harta.

-¿Qué decís, nena?. Estás haciendo dibujo, estás meditando, te percibo mucho mejor e incluso más tranquila. ¿Acaso no lo ves vos? - le respondí.

-No entendes nada- me repetías en lo que me sonreías y negabas con la cabeza.

Quiero entenderte.
Quiero ayudarte.
Quiero estar.

Sé lo horrible que puede ser la lucha interna con uno mismo pero cada día te ganas un poquito más y cada día pones menos resistencia y cuando te des cuenta va a llegar el momento en que ya no te reproches cosas y te dejes ser.
Y cuando finalmente seas, querida amiga, no te para nadie.


Eso es lo que sos para mi: un pedazo de los tantos que componen mi alma.
Muy pocas veces me pasa pero suele sucederme muy seguido que me alegra lo que te alegra, me enoja lo que te molesta y me entristece lo que te angustia.

Un año más, acá estamos; al pie del cañón. Aguantando, luchando, sacandonos nuestros miedos entre las dos y aligerando nuestras espaldas de cosas que no queremos que la otra cargue.

Una vez le pregunté a mi mamá si de verdad ella me quitaría todo este dolor con tal de no verme así de triste y si se lo pondría ella, con tal de evitarmelo. Me respondió que sí; que lo haría sin dudar.
Es una actitud muy noble y muy de madre el querer evitar el sufrimiento en una hija y más cuando se siente impotente ante la situación.

Hoy me doy cuenta de que eso no me serviría. Eso no nos serviría, amiga.
Esto es lo que tenemos que vivir para que finalmente no nos volvamos a parar en el lugar que nunca quisimos estar, para pisar cada vez más fuerte y para escalar cada vez más alto.

Esto, corazona, es estar cada vez más ligadas a nuestro deseo y no hay cosa que me ponga tan feliz como poder transitarlo juntas, codo a codo, hombro con hombro; aguantando lo que venga.


Sabes siempre como me siento, sabes lo que pienso y sabes escucharme y calmarme.

¿Te pensás que voy a sentarme a ver cómo mi pedacito se desarma? Si.

Pero que no te quepa ninguna duda que te voy pasar los bloques para que te formes de nuevo.



Te amo y sos una persona muy importante para mi.
Crezcamos y no tengamos miedo que lo mejor esta por venir. Ahora. Ya.
Abrí las ventanas.
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