"Mirá todo lo positivo de todo lo que te rodea por más que a veces te cueste. Hay veces que uno hace lo que puede; pensarás que suele no ser necesario o que no alcanza lo que se intenta dar pero créeme cuando te digo que verdaderamente cada uno hace lo que puede."
No tengo motivos para estar mal. No tengo motivos para temer. No hay nada que me pueda asustar realmente. Lo que quedó fue la secuela de haber sentido y tener miedo del miedo. Esto es la resaca de todo lo malo que me vino pasando.
Estoy viva. Sigo respirando. Cosas divinas pasan a mi alrededor y tengo un séquito de gente que me acompaña con mucho amor incondicional y que me quiere ver bien.
Tengo que celebrar eso.
Norma, mi médica especializada en la medicina china, me dijo que lo único que puede curarte a vos mismo es el servicio a otros; cuidar, estar y comprender a otros. A un compañero le pasó lo mismo que a mi y le pasé todos mis consejitos y escritos con cosas que me afectaron a mi. Le transmití mi calma y le dije que no tuviera miedo.
De cierta manera me hizo sentir mucho mejor; como si por momentos no tuviera nada.
"Fijate en todo lo bueno que tenes, todo lo bueno que te rodea"- me dijo alguna vez una amiga mía.
Si a vos te sirvió, no veo por qué a mi no.
Me permito estar mal. Me estoy permitiendo estar mal. Me cuesta que los momentos de estabilidad duren y se queden.
"La angustia no mata a la gente. Si así fuera, habría medicamentos para combatirla, se venderían en las farmacias. La gente tendría paros cardíacos respecto a esto y créeme que así no es. Es tu idea. La idea que vos estas fabricando en tu cabeza".
Dos veces a la semana tengo que ir a confesarme y esta bien porque yo lo permito. Porque quiero estar bien y son más mis ganas de dejar de llorar que de empezar a hundirme cada vez más en mi colchón.
Yo puedo y mi cumpleaños se va a festejar sin angustia. A esa no la pienso invitar.
-De la única manera que me siento bien es cuando estoy con mi amigos, cuando estoy con mi mamá y cuando duermo -dijo en lo que se sacaba las lágrimas de sus ojos.
Ella la miraba inescrutable y esbozó una leve sonrisa. Se acomodó en su sillón para cuestionar y le respondió con todo el amor del mundo:
-¿Y eso te parece poco?.
El sábado pasado tuve la suerte de ver a mi amiga de Ayacucho ya que vino para Buenos Aires a ver un festival de Gospel. La acompañé porque me resultó algo inusual y además siempre quise ver un coro de esos ya que casualmente siempre tuve la típica imagen de iglesia negra neoyorquina y todos los cantantes que conformaban el coro tenían unas voces increíbles. Estábamos sentadas muy cerca del escenario hablando de banalidades mientras esperábamos a que comenzara el espectáculo cuando de repente se acordó de algo que me quería compartir.
-"¡No sabes!, resulta que el otro día estábamos hablando con Facu y se me ocurrió contarle un cuentito que me habían transmitido hace poco. Desde que se lo conté, no te das una idea de como cambiaron las cosas en casa." - ella siempre con su sonrisa tatuada y con un brillo en sus ojos era más que obvio que yo estaba deseosa de escuchar ese relato.
-"Es así" - empezó diciendo- "Sixto Martínez cumplió con el servicio militar en un cuartel de Sevilla. En medio del patio de ese cuartel, había un banquito y junto a ese banquito, un soldado hacía guardia.La guardia se hacía porque se hacía, noche y día, todas las noches, todos los días, y de generación en generación los oficiales transmitían la orden y los soldados la obedecían. Nunca nadie dudó, nunca nadie preguntó. Si así se hacía, y siempre se había hecho, por algo sería. Y así siguió la tradición hasta que alguien, no sé qué general o qué coronel, quiso conocer la orden original: hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, que un oficial había mandado a montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre la pintura fresca".
Moraleja: ¿Cuáles son las cosas que ya damos por sabidas que no nos interesa escarbar? ¿A que sentimientos/sensaciones/pensamientos les hacemos guardia?
Será que estamos tan estructurados con rasgos de nuestra personalidad que ya es "obvio que somos así" y que ¡¿cómo vamos a cambiar a esta altura del partido?!.
Bueno, no. Error.
Lo bueno de ser conscientes de nuestros banquitos es que siempre podemos cambiarlos. Yo, por ejemplo, era una persona muy fría. Doy y dan por sentado que soy un ogro con carácter y chinchudo. ¿Por qué?.
Distintas cosas que me fueron sucediendo con el paso del tiempo han logrado romper de a poco con mi coraza hasta llegar a este centro lleno de ternura y amor para dar. Posiblemente ésta facilidad que tengo para con algunos, me resulte una discapacidad para con otros.
A veces no puedo entender como la gente no puede ser capaz de querer, de demostrar, de brindar y de expresarse con la facilidad que algunos tenemos.
Así estoy: aprendiendo, chocándome, cayéndome, lastimándome y volviéndome a parar. Tengo que aprender a respetar los tiempos de todos. Debo lograr entender que cada uno puede dar de la manera en que puede y no tengo que juzgar si no recibo de la misma manera ni mucho menos enojarme por ello.
Después de todo y la gracia de ésto, no es destruir los banquitos; sino barnizarlos para pintarlos del color que más nos guste.
Madurar es irse cuando el otro todavía se quiere quedar.
Dejó la brecha abierta de la mini escapada hacia Ayacucho por el casamiento de mi amiga porque ese tema quiero abordar de nuevo.
¿Recuerdan que les comenté que le había pedido a una amiga mía si podía acompañarme al viaje?
Bueno, de ella quiero hablar.
Cuando le dije a Yanina si quería acompañarme ella accedió sin ningún tipo de reproche, lo cuál me sorprendió bastante porque ella no había tenido mucho contacto con la futura novia y, conociéndola a Yani, pensé que su timidez sería un impedimento para abordar una situación así pero, aún así, vino.
Las cinco horas en el micro se pasaron realmente rápido: mate va, mate viene, risas estruendosas, siestas intermitentes y escuchar la misma canción una y otra vez.
Siempre tuve un acercamiento muy especial con ella: ademas de ser compañeras en la secundaria, nos hicimos muy amigas por aquellos tiempos. Recuerdo de invitarla muchas veces a comer a mi casa luego del colegio o de encontrarnos para ir a tomar mates al río y andar en bicicleta para terminar cayéndonos por querer llevar una a la otra.
Si bien siempre que viajamos fue con nuestro grupo de amigos, este micro viaje en particular iba a ser distinto: esta sería la primera vez que nos iríamos sólo nosotras dos.
"Claro, eso no es un problema."-me decía a mi misma- "¿Cuál es la inquietud si tenes varios años de vida compartidos con ella?
Nunca había estado varios días a solas con ella y viste cómo es ésto de la convivencia. Nuestros caracteres son bastante particulares y las probabilidades siempre son dos: te puede salir todo bien y volver más unidas que nunca o probablemente no querer verla por tiempo indeterminado.
Puedo enumerar varios momentos en los que me sentí feliz de haberla elegido a ella para que me acompañara en tal excursión pero solamente les voy a regalar dos:
Durante el festejo del casamiento ya consumado, el cual tuvo lugar en una quinta, la recién casada, tomó unos globos con forma de corazón y nos pidió a los invitados que nos acercáramos para tomar uno cada uno:
"Les voy a pedir que visualicen ese objetivo, esa meta o simplemente, eso que quieran soltar; cierren bien fuerte los ojos y suéltenlo. Así se ira volando sin rumbo aparente ya sea para que ese sueño se cumpla o para finalmente puedan desprenderse de ese algo."
Agarré mi globo.
Cerré los ojos muy fuerte y pensé en toda la situación que yo estaba atravesando con mi ex. Mi ex amigo, mi ex intento de novio, mi ex confidente; y finalmente fue ahí cuando me percaté del distanciamiento real, de la pérdida que estaba atravesando. No sólo me solté del globo sino que también me quise deshacer de todo ese sufrimiento y dolor. Yo a él lo quería demasiado y querer demasiado también significa poder soltar. Me di cuenta primero de mi nudo en la garganta antes de las lágrimas que se querían escapar de mis ojos.
Casi por ponerme a lagrimear, busqué a Yani entre la multitud.
Ahí la vi, cerca de un árbol. Estaba tan linda vestida con un vestido hermoso que le habíamos regalado todos para su cumpleaños, tan radiante que estaba y sostenía muy divertida su vaso de cerveza.
Lo único que atiné a hacer fue a abrazarla bien fuerte y recién en ese momento me hice agua. Largué esas lágrimas que no hacían más que demostrarme el dolor materializado que yo venía callando. No sé cuanto tiempo permanecí abrazada a ella pero cuando sentí que había un tiempo más que suficiente, me despegué y la miré a los ojos. Ella también estaba llorando.
"¿Por qué lloras? - le pregunté.
"Por vos" - me respondió- "Intuyo que fue lo que pensaste cuando soltaste el globo y todo lo que se te debió pasar por la cabeza".
La empatia que difícilmente se puede construir en la amistad, que alguien pueda ponerse en tus zapatos y vos poder hacer lo mismo con los de ella; llegar a tal conexión al punto de compartir su felicidad o sufrir sus tristezas. Eso más que una amistad es una hermandad.
Y ahora, como sé que eventualmente lo vas a leer, quiero dirigir este escrito directamente a vos.
¿Te acordás de esa noche allá en Ayacucho?.
¿Cuándo fuimos a Gulliver a comer unas pizzas con cervezas y que cuándo decidimos volver nos pedimos un remis que atravesó el campo en plena oscuridad? ¿Te acordas que ninguna de las dos habló?
Ese momento silencioso y acuerdo tácito que ambas nos permitimos, fue mágico.
Yo sabía que no debía hablarte sino que tenía que dejarte sola con tus pensamientos en lo que mirabas el cielo y te maravillabas con la infinidad de estrellas que se mostraban y vos hiciste lo mismo. Me dejaste mirar lo mismo que vos, abstraída por mis pensamientos, manteniendo esa conexión. Ese lazo.
Estoy deseosa de que nos volvamos a ir, ¿sabes?
Mereces todas estas cosas buenas que te están pasando, las que aún no llegan pero que pronto lo harán y las que vos misma generas.
Espero poder seguir acompañándote para festejar tus victorias y pelear tus tristezas.
Te amo, amiga. Nadie mueve las caderas como vos.
Los días nublados, lluviosos y los feriados nos condicionan según con el cristal con el que lo queramos mirar. Pasarla muy mal luego hará que, irremediablemente, todo este muy bien.
Buenos Aires nublada y 2 de abril.
Me voy a preparar un té de manzanilla y a terminar de pintar un porta retrato.
Comienzo de este nuevo mes.
Quiero decir que lo esperaba con mucha alegría, este Marzo se me hizo eterno y quisiera dejar algunas cositas tras su paso así no me atormentan más.
¿Cómo pude haberme olvidado de mi época preferida del año?.
¿Qué tan tormentosos eran mis pensamientos como para haber pasado por alto el degradé que va de amarillo a rojo con todas sus texturas y tamaños?
Hagan que me recuerde a mi misma lo crujientes que son las hojas otoñales al ser pisadas, el calor del sol mezclado con los 21 grados de máxima. La taza de café con leche restauradora de manos frías, las colchas tibias, la cama calentita, el gato ronroneando.
No me dejen olvidar que se aproxima mi cumpleaños y con lo que me encanta cumplir años y que los cumplas feliz y no te preocupes que se puede cambiar.
Sé muy bien que estamos divididos por una línea imaginaria, somos un cincuenta y un cincuenta por ciento que siempre puede decidir si desea estar bien o estar mal; sólo depende de que lado queramos alimentar.