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2018
No, amor, no me pasa nada con vos.
Me pasa la vida, me pasan los días y las horas.
Me pesa todo lo que debería haber hecho y no hice.
Me pesa cada gramo de vida que no vivo.
Me pesa no poder conectarme del todo con vos porque justamente tengo todo este torbellino en el corazón, en el pecho y en el alma.
No sé por dónde empezar a armarme, no sé que tengo que llevar.
¿Tendré que saltar alto, muy alto?
¿Tendré que llevar una escafandra para ahogarme en mis propias profundidades?
Se me nota en la cara.
Creo que hasta el día de hoy, no hubo un día en el que alguien no me pregunte si estoy bien, que qué me pasa, que por qué tengo esa cara.
Supongo yo que cuando uno sigue su instinto, vive.
Vive de verdad, con las pupilas bien dilatadas.
Me pasa la vida, me pasan los días y las horas.
Me pesa todo lo que debería haber hecho y no hice.
Me pesa cada gramo de vida que no vivo.
Me pesa no poder conectarme del todo con vos porque justamente tengo todo este torbellino en el corazón, en el pecho y en el alma.
No sé por dónde empezar a armarme, no sé que tengo que llevar.
¿Tendré que saltar alto, muy alto?
¿Tendré que llevar una escafandra para ahogarme en mis propias profundidades?
Se me nota en la cara.
Creo que hasta el día de hoy, no hubo un día en el que alguien no me pregunte si estoy bien, que qué me pasa, que por qué tengo esa cara.
Supongo yo que cuando uno sigue su instinto, vive.
Vive de verdad, con las pupilas bien dilatadas.
"No te cases", me dijo. Dejó la medialuna a un lado y me clavó sus ojos celestes. "Si volviera a elegir, no lo haría", sentenció.
No me esperaba esa declaración, para nada. Me tomó por sorpresa. No esperaba nada de lo pasó luego. Simplemente dí por sentado que sucedería lo mismo de siempre: iría a su casa, hablaríamos del clima, nos quejaríamos de los aumentos exacerbados de las cosas y todo bajo el ruido de fondo de la televisión.
Me acerqué a su oído, para preguntarle y para que me escuchara mejor. El audífono nuevo no era del todo eficiente y lo mejor era eso, acercarme a ella y hablar así.
"¿Por qué decís eso, abuela?"
"Si vos supieras verdaderamente la historia de tu abuelo..."
"¿Qué pasó con el abuelo?". Me separé de ella y la miré profundo. Nunca hablaba de él, no así con esa naturalidad ni con esas ganas, veía en sus ojos un brillo vacío. Ella quería contarme algo, algo inmenso y fue guiando la charla para que a mi me fuera fácil preguntar.
"Yo siento que el abuelo nunca se enamoró de mi. Siempre pensé que tu abuelo se casó conmigo por miedo o por obligación."
"¿Por miedo? ¿Por qué pensas eso?"
Se acomodó mejor en su silla y en lo que lo hacía, se aclaró la garganta.
"Creo que tu abuelo siempre me quiso para satisfacer sus necesidades. Yo no lo sentía conmigo, lo veía, vivíamos juntos y demás; pero lo que se dice amor, nunca me llegó eso de él".
Traté de sacarle esa idea remota de la cabeza, es duro tener la edad que ella tiene y pensar esas cosas con tanta firmeza, pero también yo sentía que era la primera vez que se estaba abriendo con alguien, que le era sumamente difícil decirme lo que me estaba diciendo. Sus lágrimas no tardaron en aparecer y yo luchaba contra las mías, para que no se mostraran ante ella y mierda que traté.
"Tu abuelo era bastante mano larga. Estuve con él por primera vez a mis catorce años". Se quedó callada unos segundos mirando a la nada.
Desde lo más profundo de mi ser sabía muy bien para dónde iba direccionada la conversación por eso rápidamente le pregunté si ella había querido estar con él sexualmente hablando, a lo que me respondió que no.
"Abuela, ¿le dijiste que no y aún así..."
"Sí."
Ambas rompimos en llanto y no podía hacer otra cosa que abrazarla y llorar.
Me acerqué a su oído, tratando de no sollozar más.
"Nunca se lo contaste a nadie, ¿no?"
"Te lo estoy contando a vos. Sos la única".
La miré a los ojos.
"Gracias por contarme"
Abuela, si supieras que mi generación, aún hoy, lucha para que la gente entienda que un No es un No.
Tengo 26 años, ella 95. y creo que ayer fue la primera vez que conocí a mi abuela.
No me esperaba esa declaración, para nada. Me tomó por sorpresa. No esperaba nada de lo pasó luego. Simplemente dí por sentado que sucedería lo mismo de siempre: iría a su casa, hablaríamos del clima, nos quejaríamos de los aumentos exacerbados de las cosas y todo bajo el ruido de fondo de la televisión.
Me acerqué a su oído, para preguntarle y para que me escuchara mejor. El audífono nuevo no era del todo eficiente y lo mejor era eso, acercarme a ella y hablar así.
"¿Por qué decís eso, abuela?"
"Si vos supieras verdaderamente la historia de tu abuelo..."
"¿Qué pasó con el abuelo?". Me separé de ella y la miré profundo. Nunca hablaba de él, no así con esa naturalidad ni con esas ganas, veía en sus ojos un brillo vacío. Ella quería contarme algo, algo inmenso y fue guiando la charla para que a mi me fuera fácil preguntar.
"Yo siento que el abuelo nunca se enamoró de mi. Siempre pensé que tu abuelo se casó conmigo por miedo o por obligación."
"¿Por miedo? ¿Por qué pensas eso?"
Se acomodó mejor en su silla y en lo que lo hacía, se aclaró la garganta.
"Creo que tu abuelo siempre me quiso para satisfacer sus necesidades. Yo no lo sentía conmigo, lo veía, vivíamos juntos y demás; pero lo que se dice amor, nunca me llegó eso de él".
Traté de sacarle esa idea remota de la cabeza, es duro tener la edad que ella tiene y pensar esas cosas con tanta firmeza, pero también yo sentía que era la primera vez que se estaba abriendo con alguien, que le era sumamente difícil decirme lo que me estaba diciendo. Sus lágrimas no tardaron en aparecer y yo luchaba contra las mías, para que no se mostraran ante ella y mierda que traté.
"Tu abuelo era bastante mano larga. Estuve con él por primera vez a mis catorce años". Se quedó callada unos segundos mirando a la nada.
Desde lo más profundo de mi ser sabía muy bien para dónde iba direccionada la conversación por eso rápidamente le pregunté si ella había querido estar con él sexualmente hablando, a lo que me respondió que no.
"Abuela, ¿le dijiste que no y aún así..."
"Sí."
Ambas rompimos en llanto y no podía hacer otra cosa que abrazarla y llorar.
Me acerqué a su oído, tratando de no sollozar más.
"Nunca se lo contaste a nadie, ¿no?"
"Te lo estoy contando a vos. Sos la única".
La miré a los ojos.
"Gracias por contarme"
Abuela, si supieras que mi generación, aún hoy, lucha para que la gente entienda que un No es un No.
Tengo 26 años, ella 95. y creo que ayer fue la primera vez que conocí a mi abuela.
Todos los Domingos me acuesto contenta, rodeada de amor y de tus brazos.
Sobre todo cuando hace mucho frío.
¿Sabías que me gusta el frío?
¿Sabías que me gusta el frío?
Bueno, me encanta sentir el viento otoñal y muchísimo mejor es el invernal.
Los Lunes a la mañana me despierta esa música que me devuelve al mundo rutinario, me obliga a calzarme los zapatos y enfrentarme a la vida de oficina.
Me subo al colectivo y paso mi tarjeta para pagar el valor del boleto. ¿Todos los días me reduzco a ésto?
Me bajo del colectivo y al caminar siento mis piernas cada vez más pesadas, como dos bloques de concreto que no me permiten avanzar con fluidez.
Me siento en mi puesto laboral y sé que mi cuerpo está acá.
Pero mi alma no.
Mi alma no. Mi alma no. Mi alma no. Mi alma no. Mi alma no.
No me quiero dejar morir acá.
Siempre es la misma angustia que me ataca los Lunes. Siempre.
Los días Lunes a mi me sacuden. Me obligan a moverme un poco de mi zona de confort, me obligo a abrir millones de pestañas del buscador y me permito explorar aquellas cosas que sé que me hacen feliz.
¿Y sabes que pasa después?
Llega el día Martes. Y todo ese acto de valentía seguramente fue un atisbo de libertad, seguramente me confundí.
Seguramente yo sirva para trabajar para pagar cosas banales.
Seguramente.
Y de nuevo, sobrevivo hasta el próximo Domingo.
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