Piloto

"¿Vamos?"- me preguntaste en lo que me sonreías.
Yo, que muy bien no entendía si me estabas midiendo o no, te dije que sí, que no tendría problema en acompañarte hasta aquél lugar. Claro, siempre regulando mis facciones, no vaya a ser que...
Alguien se nos unió a último momento, tenía ganas de seguir el jolgorio y obviamente que cuando se percató de nuestro plan, se quedó.
Caminamos los tres charlando de nuestros respectivos dolores que el fútbol nos había dejado en ese picadito, pateando hojas secas y medio perdidos porque sólo vos sabías cómo llegar.
Ingresamos al lugar. Amaba ese bar, desde que lo conocí siempre me había generado una linda atmósfera, con linda gente y las luces tenues con los tablones de madera daban una sensación hogareña que pocos lugares suelen ofrecer.
Elegimos una mesa en la terraza porque además del frío invernal que no le pidió permiso al otoño, yo como buena deportista quería fumar unos cigarrillos.
Cerveza, cigarrillos, maní y charlas.
¿Qué más se podía pedir un lunes? No mucho.
El tercero en no discordia se retiró de la velada excusándose de que luego no tendría cómo volver y en lo que decía esto por lo bajo, se dirigió al baño.

Te miré.
"¿Qué hacemos? ¿Tomamos otra?"- te interrogué en lo que sostenía mi vaso vacío.
"Sí, dale"- respondiste tan seguro. Casi como si te hubiera arrancado las preguntas de la boca.

Nos despedimos del tercer mosquetero y nos quedamos charlando sobre distintos tópicos, conociéndonos desde otro escenario. No dejamos de preguntarnos cosas, hablándonos encima porque justo recordábamos algo en el momento en que el otro empezaba a platicar... un lunes. ¿Quién lo diría?

"Vamos yendo, ¿queres?"

Asentí y cuando vi a la camarera levanté mi brazo derecho e hice un garabato en el aire indicándole que quería la cuenta. Si hay algo que me gusta de vivir en el país que vivo, es que tenemos una seña para casi todo y ese folclore a la hora de pedir un café y demás, es casi divino.
No me dejó pagar. Me invitó porque quería que lo invitase para la próxima juntada. Luego de tanta insistencia, accedí.
Caminamos hasta Santa Fe y me esperó hasta que me subí al colectivo.
Llegué a mi casa y un mensaje de él preguntaba cómo había llegado.
Me detuve a leer eso y pensé.
Hermoso el momento cuando alguien demuestra interés en querer compartir un momento con alguien, cómo proponer una pinta más para prolongar el evento y esa incógnita de saber cómo llegaste.
No será con vos. Lo sé muy bien. Pero con alguien será. Es una prueba piloto de lo que aspiro a hacer.
Qué lindo es el momento cuando una gusta de si misma.
Es como si todo lo demás flotara en el aire. Te lo juro.

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