Ámbar

Salimos a caminar y me pediste por favor si no te podía comprar un cuarto de helado.

Vos no podías ingresar porque estabas enfermo, pero aún así me diste el dinero y me dijiste los gustos que querías.

"Dulce de leche con Oreo y chocolate amargo"

Entré a la heladería con el billete hecho un bollo en mi mano y me dispuse a hacer la fila.

Le informo a la cajera lo que quiero, me da el vuelto y un ticket el cual debía presentar para que me preparasen el pedido. 

Yo estaba en mi mundo, pensando por demás quizás en no olvidarme los dos gustos que me habías solicitado. Últimamente ando muy dispersa y me cuesta mantener el foco en un solo pensamiento. De repente, como si nada, apareció una chica travesti con una bola de energía que a todos los presentes nos tomó por sorpresa. 

"Disculpa, tengo muchísimo cambio, ¿te sirve?" - le dijo a la cajera con una seguridad y con un tono de voz que era prácticamente imposible decirle que no - "Tengo quinientos pesos en cambio, para ser exacta", le recalcó.

"Sí, me sirve"- le dijo la cajera tímidamente.

Ámbar, porque así era el color de sus lentes de contacto, se acercó, abrió su riñonera y dispuso de todo lo que había adentro sobre la mesada de la caja. Eran todos billetes hechos pelota, algunos mojados, otros medio rotos, algunos abollados, pero ahí estaban: los quinientos pesos fragmentados.

"Disculpa, pero acá hay 490 pesos"

"Uy"- respondió Ámbar que estaba apoyada con sus codos en la mesa, haciendo revisión de todo su dinero, de su capital, de su ganancia quizás, de sus ahorros, no lo sé- "¿No me prestas 10 pesos? - le pidió a un hombre que estaba al lado de ella.

El hombre asintió y se los dio.

Tomó sus quinientos pesos y se salió con el mismo apuro con el que entró.

En el interín, yo que estaba super atenta a la escena, la heladera me devolvió a tierra entregándome el cuarto de helado en su bolsa, lo agarré y me fui. 

Le di a mi amigo lo que le correspondía y allí estaba Ámbar, caminando con su pollera corta y una remera de red con un top por debajo de eso. De repente se nos acercó.

"Chicos, una pregunta. ¿Dónde para el 161 que va para el Hospital de Vicente Lopez?"

"Mira, tenes que caminar un par de cuadras hasta Hipólito Yrigoyen, cruzas y ahí esta la parada"- le respondimos entre los dos.

"Gracias"

Y así la vimos a Ámbar. La llamé así por el color de sus lentes de contacto. 

Clavé la mirada con ella cuando nos pidió esa indicación. No estoy segura si habrá entendido lo que le respondimos, estaba abstraída en otras cosas, se la notaba brusca, apurada, queriendo que le dieran un billete de quinientos en lugar de todos esos bollos de billetes de diez y de veinte. Dentro de toda esa ansiedad y apuro, noté que estaba rota y sola. Me volví a mi casa pensando. Con la esperanza de que ojalá esa indicación que le dimos, la hiciera sentir menos perdida.



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